ALFONSO ANDRÉ: EL LATIDO ETERNO DEL ROCK MEXICANO

Alfonso André no solo es un baterista: es el pulso mismo del rock mexicano. Nacido en la Ciudad de México en 1962, André creció golpeando tambores improvisados mucho antes de tener una batería propia. Lo que empezó como un juego de infancia pronto se convirtió en una obsesión sonora. Su hermana, un año mayor, tomaba clases de batería con un joven Saúl Hernández, y Alfonso, curioso, se acercaba a ese instrumento que terminaría definiendo su vida. En la preparatoria lo intentó, pero apenas dos semanas bastaron para que entendiera que su destino no estaba en los salones, sino en los escenarios. Se unió a bandas que versionaban a The Beatles, Bob Dylan o David Bowie —influencias que lo acompañarían por siempre— hasta que un día fue expulsado de la casa paterna, con apenas 18 años y una convicción: el rock sería su casa.

El primer concierto formal llegó con Los Ejes Viales, en un festival político, pero pronto la historia se torcería hacia lo legendario. Conoció a Carlos Marcovich, quien lo presentó con su hermano Alejandro y con aquel cantante inquieto que ya marcaba un camino propio: Saúl Hernández. Así nació la semilla de Las Insólitas Imágenes de Aurora, la antesala de lo que más tarde sería uno de los grupos más icónicos de Latinoamérica: Caifanes. Alfonso fue el motor rítmico detrás de Caifanes y, posteriormente, de Jaguares, construyendo un legado que redefinió la identidad del rock en español. Sus baquetas marcaron himnos generacionales, desde Afuera hasta La Celula Que Explota, y lo consolidaron como uno de los bateristas más influyentes del continente.

Pero André no se quedó en la sombra. También exploró territorios junto a La Barranca, y en 2011, tras años de rumores y esperanzas, fue parte del regreso triunfal de Caifanes en el Foro Sol ante más de 70 mil almas. De los fundadores, solo él, Saúl y Diego seguían en pie, recordándole al público que algunas historias no mueren, solo se reinventan.

El año 2011 también marcó otro giro: Alfonso se sumergió en su estudio, el Submarino del Aire, para darle vida a Cerro del Aire, su debut como solista. Por primera vez dejó de ser solo el hombre detrás de los tambores para tomar el micrófono, demostrando que su voz también tenía mucho que decir. Tres años después llegó Mar Rojo (2014), un disco íntimo, oscuro y luminoso a la vez, aplaudido por la crítica como uno de los mejores de 2015 en el rock en español. Con letras que hablan de miedo, amor, soledad y esperanza, André se transformó en frontman, expandiendo los límites de su identidad musical.


POR PRIMERA VEZ DEJÓ DE SER SOLO EL HOMBRE DETRÁS DE LOS TAMBORES PARA TOMAR EL MICRÓFONO, DEMOSTRANDO QUE SU VOZ TAMBIÉN TENÍA MUCHO QUE DECIR.


Admirador confeso de David Bowie, Alfonso ha rendido tributo al británico en escenarios mexicanos, compartiendo esa reverencia con colegas y fans que ven en él no solo a un baterista, sino a un artista integral. Hoy, mientras sigue girando con Caifanes y mostrando su faceta como solista, André vive en un equilibrio raro y fascinante: entre el mito del pasado y la búsqueda de nuevos sonidos. En sus propias palabras: “El rock es música promiscua, eso lo ha mantenido vivo.” Y Alfonso André lo sabe mejor que nadie. Porque si el rock mexicano tiene un corazón que late desde hace cuatro décadas, ese pulso lo marca él.